El amor dura el tiempo que lo cuides,
lo mismo que duran las ganas de arrancarte tristezas
y regalarte alegrías.
Tanto como paraguas abra para que no te mojes en días de lluvia
y tantas sombrillas como puedan protegerte en días de sol.
Sí, tiene fecha de caducidad,
la misma que queramos ponerle por no mimarnos,
por no preocuparnos la una por la otra,
por dejarnos a la deriva en el mar de la rutina,
en el que a veces, sin querer, nos encontramos.
No es eterno,
pero sí puede durarnos una vida,
la tuya o la mía o la nuestra.
Lo sé, nada es para siempre
aunque podemos jugar con las manecillas del reloj,
igual que con tu pelo enredado en mis dedos ,
igual que cuando te acaricio
y dibujo corazones en tu espalda.
Quiero alargar ese final
y hacer puntos suspensivos
y hacer suspensivos los puntos.
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