24 julio 2009

Alunizaje

Resbalando por el asiento del copiloto,
dejándome tragar por el pliegue más inverosímil,
miro por la ventanilla
y te veo en la calle,
sonriendo,
recorriendo con los brazos
a alguien que siempre ha estado ahí,
a la primera persona
que te miró a los ojos
y prometió cuidarte
y quererte siempre,
a la única que dejé
que me hiciese sombra
cuando hablabas de ella.

Sentí envidia,
envidia por tenerte cerca,
por rozarte,
por recibir tus caricias
y tu amor incondicional,
ese del que tanto presumí
cuando también lo compartía contigo.

Me ruboricé,
no era capaz de quitar la mirada
de tu espalda
una vez tu paso se aceleró
para dejar atrás a los coches.
Tú espada...
esa que recuerdo
lunar tras lunar,
la que recorrí mil veces
pareciéndome pocas,
la que desnuda
me invitaba a abrazarla
con mi cuerpo,
la que desprendía
el olor más suave que conozco...

El semáforo se puso en verde
y te perdí de vista,
sólo hasta la próxima vez
que el azar juegue una mala pasada
a mi destino,
a mi deseo
a mis "NO" ganas de verte
a la cuerda locura
que me consume
y me vuelve más irracional
cuando te veo.