04 agosto 2006

12,15

Tengo la manecilla de mi reloj gastada de dar vuelas,
de volver a marcar las 12,15 y quedarse inmóvil en el segundo 18.
La correa desgarrada por mil sitios
de quitar y volverla a poner 100 veces en mi muñeca.
La alarma afónica de tanto sonar
y yo queriéndome sumergir en lo más hondo del mar,
donde todo se ralentiza aun más si cabe.
Tengo la boca seca de gritar y hacer eco,
de escupir frases absurdas,
de dormirme con la boca abierta mientras repito tu nombre…
Y aun así, colecciono relojes,
relojes antiguos, olvidados en algún andén
donde comenzaron a sonar a las 12,15
antes de lanzarme a las vías del edén.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, todavía se me hace imposible leer unos poemas tan duros y pensar que los has escrito tú, la misma que conocí y sigo viendo con una sonrisa en la boca.

Hay veces que se llora por dentro...

Llámame después de tus "vacaciones".

Me ha gustado mucho tu suicidio a las 12:15. ¿Por qué a esa hora?

Kresala dijo...

siempre es buena hora para escapar de todo, siempre es mala hora para arrancarte de este mundo.